Opinión. Un valle por terminar

Desde niño debido tal vez a la cercanía y a la impresión que sentía cuando, desde Estepona, dirigía mi mirada a la impresionante Sierra Bermeja (que se presentaba mucho más verde que ahora), me preguntaba que habría detrás de esta magnífica frontera natural que serpenteaba a lo largo de sus cumbres. Con los años fui descubriéndolo y dándole respuesta a aquella pregunta de niño.

El deseo de conocer más allá de donde se desenvolvía la vida rutinaria en la costa (por aquel entonces no tan bulliciosa como en la actualidad) que, por otro lado, caracteriza a los niños que comienzan su preadolescencia; hizo posible en mí el deseo de “explorar” lo que, acostumbrado al reflejo diario del cercano Mar Mediterráneo y a grandes huertas llanas o de difultades fácilmente superables; suponía enfrentarme o conocer un territorio “salvaje”.

Así, en pequeños ciclomotores para campo y en autómovil después, comenzé a recorrer este precioso Valle del Genal y a visitar sus diferentes pueblos que se me ofrecían desconocidos desde la costa, pero que se divisaban humildes así como altivos, tendidos a lo lejos desde Peñas Blancas o el El Refugio, en una admirable alfombra de inigualables verdor y aromas naturales.

ACH

Continuará